Historia

Las primeras referencias escritas en documentos reales de Cañada Juncosa datan del siglo XII, y se le conoce como Cañadadincosa.

 

Fue aldea repoblada en tiempos de la reconquista en Tierra de Alarcón, alfoz al que pertenecía durante mucho tiempo. Como aldea elevó iglesia a la Asunción con una capellanía y un patronato.

 

Es muy posible que con el topómino Cañada, se designara a la aldea surgida durante la repoblación medieval, tras la toma de Alarcón, por alusión a la vía o calzada romana que, desde allí conduce a la antigua ciudad de Valeria, con el sentido semántico de ruta o camino.

El sobrenombre Juncosa, se le añadió para diferenciarle de otras poblaciones del mismo nombre y por referencia a la abundancia de juncos que poblaban el entorno.

 

En 1587 se dice que este lugar es anejo del de la Atalaya si bien ambos tienen iglesia parroquial y ha de atender a una feligresía en conjunto de 30 vecinos. Pertenecen ambos al arciprestazgo de Alarcón.

 

Esta población estuvo dividida en cuatro villas o barrios, uno de ellos sujetos a la villa de Alarcón, otro a la del Cañavate, otra a la de Honrubia y otro a la de Vara de Rey, estando gobernado cada uno por un alcalde pedáneo, reuniéndose los cuatro una vez que la Ley de Ayuntamientos quedase establecida en el siglo XIX y formando una sola población.

Su iglesia parroquial es un edificio sólido, con diversas modificaciones desde su elevación en el siglo XVI. La portada es de doble baquetón con un sencillo collarín de anillo y tiene una espadaña de sillería de composición perfecta. En su interior, la sacristía y las capillas con cúpulas de media naranja le dan el toque de personalidad, siendo la dedicada a San Isidro con artesona mudéjar la que realiza sobre todo el edificio. La sacristía con techo de madera en cuarterones sobre vigas decorado en la cara inferior con relieves ovalados de espejo en fila.

 

Del escudo decir que pertenecía al marquesado de Villena en la época de los Pachecos, se eligen las calderas de este linaje para representar esa vinculación.

 

Es, por tanto, la festividad de San Isidro la que le da su identidad. En mayo, bajo ese sol que a veces clava el ocre en su horizonte, bailan la madera en esos. Cargos ancestrales mientras se subastan, incluidas esas andas del santo, entre tanto la gente y los niños intentan coger ese “puñao” en su mayor abertura de mano. La Pita y el tambor hace el honor del baile.

 

Todo ello es tradición, como es la vista al Pino Lorito, monumento nacional que tiene cuarenta metros de copa.